COMPITE por la EXCELENCIA
no por presumir
Hace casi dos meses, disfrutando de la competición olímpica, pudimos asistir a una situación casi única, especial, con muchas posibles lecturas y que nos ha hecho reflexionar, a muchos, sobre la esencia de los famosos valores olímpicos y, más en general, sobre el comportamiento humano.
¿Olimpismo en su mejor versión o desempate, por favor?
Esta decisión desató distintos debates, tanto favorables como en contra.
Por ejemplo, en El País apareció un artículo escrito por Ramón Cid titulado:
¡Desempate, por favor!: me parece obsceno que se plantee la posibilidad de no seguir compitiendo en salto de altura y se pacte un empate para ganar dos atletas el oro
Mientras por otro lado vimos muchas manifestaciones en las redes aplaudiendo la celebración de los dos atletas por compartir el oro: Olimpismo en su mejor versión
En el artículo de el País, en una primera lectura, encontré muchos puntos a considerar, por ejemplo, que el hecho de no seguir compitiendo no nos hizo ver quién de los dos atletas hubiera prevalecido sobre el otro, quién hubiera ganado al otro.
La COMPETICIÓN como un FIN: PREVALECER
Pero, justamente, cuando el PREVALECER se manifiesta como el objetivo último de la competición, es ahí donde se nos puede generar la duda de si es eso el verdadero y último objetivo del competir. O si el prevalecer sobre el otro es solamente una consecuencia que puede ocurrir, y es personalmente perseguible, pero no es la esencia profunda de la competición.
La verdad es que no me siento con la autoridad moral de sostener una posición u otra, pero si me gustaría que este gesto nos hiciera reflexionar sobre cuando la COMPETICIÓN crea y cuando resta VALOR COLECTIVO, cuando la competición es realmente un medio hacia la EXCELENCIA y no solo afirmación sobre el otro.
Y está en cada uno de nosotros la posibilidad de encauzarla por un camino o por otro.
Como pista podríamos utilizar el reglamento que ha hecho posible la solución de compartir el oro.
Recordémoslo: los dos llegaron a superar los 2,37 metros, franqueando todas las alturas sin errores, empatados a todo, pero no pudieron superar los 2,39 metros en los tres tentativas previstos.
Con esta situación el reglamento prevé lo siguiente:
- Ejecutar un solo salto a la última altura fallada, a 2,39 en este caso, y después, si fallan, ir descendiendo un centímetro cada vez, siempre con una única tentativa, hasta cuando uno hubiera superado la altura y el otro no.
- Compartir el oro.
Esto me parece muy revelador. Vemos que cuando la competición nos lleva a un nivel de excelencia máximo, momentáneamente insuperable, para poder reconocer a un solo vencedor, el mecanismo prevé que el sistema pueda empezar a reducir sus expectativas y sus resultados con el único objetivo de vitorear al ganador.
La COMPETENCIA INSANA provoca un RETROCESO en los resultados.
Es aquí donde creo podemos ver en toda su altura el espíritu olímpico.
Ese espíritu que fomenta la competición para elevar el nivel de las prestaciones individuales y la excelencia colectiva y que cuando nos encontramos en una situación donde la Competición ya no consigue elevar más el resultado, considera más justo pararse, antes de que el seguir compitiendo nos haga bajar el nivel de las prestaciones a la espera de la rendición de uno de los contendientes.
¿Se podrían aplicar estas consideraciones al mundo de la gestión organizativa?
Está claro, y comúnmente aceptado, que la COMPETENCIA es un valor fundamental e irrenunciable de nuestro modelo económico y de gestión y que ha alimentado y sigue alimentando el PROGRESO.
Sin embargo, si nos fijamos en la moraleja que nos deja entre líneas la historia Tamberi/ Barshim, hay veces que la competencia entre personas o entidades, si no está bien encauzada o gestionada puede jugar un papel negativo, de división y provocar un retroceso en los resultados.
La SANA COMPETENCIA es un aliciente por el PROGRESO.
Es por eso que quien gestiona tiene que ser consciente que el tipo de entorno competitivo que están fomentando dentro de sus equipos va a tener un impacto directo sobre el nivel de Excelencia Colectiva alcanzable por su Organización.
Porque es este el fin último de una organización, La Excelencia Colectiva no la individual.
Si es así, en el deporte como en la vida personal o en las organizaciones, es muy importante saber distinguir cuándo la Competencia es SANA y cuándo empieza a ser INSANA.
Y está en nuestras manos construir el ENTORNO ORGANIZATIVO y los comportamientos más apropiados.
¿Cuáles destacaría?
Entre los muchos posibles:
¿Cuáles evitaría?
Es fundamental ver la Competencia siempre como un medio hacia la EXCELENCIA COLECTIVA y la MEJORA PERSONAL, no como un fin para prevalecer sobre los otros a cualquier coste.
COMPITE siempre POR LA EXCELENCIA Y seguro que a menudo GANARÁS.
Luca Boer – Partner & Co-CEO Talent Republic
Human-Tech believer